Resulta fundamental encontrar un motor perdurable en el tiempo para el desarrollo de nuestros proyectos. Este motor se alimenta de saber el “porqué” hacemos lo que hacemos, puesto que recurrir a la motivación por sí sola no funciona ni a medio ni a largo plazo. El “porqué” y el “para qué” llegan incluso a ser motivos espirituales que, en muchos casos, consiguen entrelazar nuestro talento personal con el servicio a los demás.
A medida que pasa el tiempo, parece más arduo el trabajo de poner en orden esta tarea, puesto que si no tomamos cuanto antes consciencia y dirección sobre ello, más nos desligamos de nuestra esencia natural. Por ejemplo, cuando preguntamos a los niños qué quieren ser de mayores, vemos la conexión tan fuerte que tienen con sus auténticas pasiones. En cambio, si hacemos la misma pregunta a adultos, vemos que parecen dudar o “no saber” lo que les gustaría hacer ni en qué son realmente buenos.
En esta obra, represento este “porqué” como el hueso enterrado que se ha ido hundiendo en capas sucesivas a causa del paso del tiempo. Para recuperar este hueso hay que escarbar con la misma energía y viveza que la de este cachorro antes de que la vida agote su energía y el tiempo entierre el hueso en un lugar cada vez más profundo.